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pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me[a] ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores,[b] para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa, sino según el Espíritu.

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Footnotes

  1. 8:2 me. Var. te.
  2. 8:3 en condición semejante … pecadores. Lit. en semejanza de carne de pecado.